El hombre esperaba ese "algo" muy expectante. Pero ese "algo" se tardaba mucho y ese hombre se inquietaba cada vez más.
El hombre no dejaba de mirar el reloj que en ese momento anunciaba las 9:15 hs, y el reloj no dejaba de mirar al hombre que en ese momento dejaba la marca de su recorrido en círculo por la sala donde se encontraba.
La espera se alargaba mientras el reloj alardeaba sus nuevos números: 8:23.
El hombre, desconcertado, sospechaba que el reloj tramaba algo contra él ya que después anunciaba las 7:39 hs. El hombre tenía razón: pero era el tiempo, en complot con el reloj, quien jugaba con la espera de él.
La espera dejó de ser tan solo larga para ser confusa y extraña.
El hombre no se iba a dejar vencer por el tiempo, pero el tiempo tampoco se iba a dejar vencer por el hombre. Mientras el tiempo se distraía en jugar con la espera, el hombre comenzó a pensar la forma de ganarle.
Pensó y pensó tanto que ya se había olvidado de la presencia del tiempo, del reloj y de la espera, pero jamás se olvido del "algo" que lo motivaba a seguir hacia delante.
Pensó y pensó tanto que cuando creyó encontrar la forma de vencer al tiempo, éste ya había pasado.
Volvían a ser las 9:17 hs y la presencia de la mujer que traía consigo el "algo" ahuyentó a la espera. Al fin, el hombre consiguió lo que por tanto tiempo esperó. Era el "algo" más bello que jamás había visto y que le daría un nuevo rumbo al camino de su vida... lo llamó: hijo.
______________
2:00 am
No hay comentarios:
Publicar un comentario